Un hecho. Asís, San Damiano, año 1919: doce mujeres descubren, dentro de su propia experiencia de fe, un deseo común, el de consagrar la vida a Dios, permaneciendo en la condición ordinaria de laicas, para una misión en el mundo, en el espíritu de San Francisco.
Es una nueva vocación en la Iglesia, una promesa de seguimiento evangélico dentro y a través de realidades seculares, para ser experimentada-realizada como verdadero, original don del Espíritu.
La presencia de los laicos en la historia, para contribuir a transformarla desde dentro, dedicando toda la vida a este fin, es la novedad del carisma naciente y las personalidades carismáticas de los fundadores trabajan para pedir y obtener el reconocimiento de la Iglesia para la nueva forma de vida.
Los documentos que la legitiman son “Quas Primas“, en los años 30, y posteriormente “Provida Mater” y “Primo Feliciter“. El Instituto de las Misioneras de la Realeza de Cristo es definitivamente aprobado y declarado de derecho pontificio en el año 1948. El nombre expresa e indica el ideal de seguir a Cristo, “El que eligió reinar desde la Cruz”.